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Historia universal de la infamia: El lector resginado.


Antes de proceder a un análisis de todos los relatos compilados en el libro Historia universal de la infamia, me refiero en este escrito, a un comentario del prólogo que realizó en su primera publicación.

Borges señala, en primer lugar, la fecha de producción artística (1933-1934). Dice que la mayoría de sus narraciones provienen de lecturas de Stevenson y Chesterton. Y, también de los films de Von Sternberg, y la biografía de Evaristo Carriego. Aunque para muchos lectores principiantes desconocen, por ejemplo, al inglés Chesterton, quien en vida fue protestante y luego católico, y ni hablar de Stevenson, con sus obras monumentales. Aunque dice Borges que nunca leía novelas, al parecer sí lo hizo. La lectura de la novela es tan tradicional en el vocabulario de cualquier aspirante a escritor porque es otra perspectiva de narración. Además de aprender de los errores que muchos escritores cometen; como el relleno (palabras de Borges), ese relleno de diálogos y tramas de acciones sin sentido.

Me llama la atención, que, Borges diga: Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual. Me llama la atención porque fue un escritor prolífico, no tanto como Lovecraft, pero además de escribir poemarios, ensayos y estos relatos de infinitas referencias reinventadas y elaboradas para confundir al lector; ese apogeo de la escritura frenética lo llevó a un punto en donde se encontraba con sus muertos; aquellos que leía con tantas ganas. Y, para agregar, declara que la lectura es más intelectual. Pero ¿qué entendemos por intelectual? Borges debe referirse a esa persona retirada del mundo, que no piensa en la banalidad de las cosas, de la industria, y que esta persona tiene metidas sus narices entre libros para descubrir mundos mágicos que superan la realidad. Y, hablando de superar la realidad, es decir, la realidad epistemológica; Borges quiere dejar claro que sus relatos son una invención de sus lecturas, por lo tanto, así como creador de lo ya creado, él reinventa y crea otro mundo alterno, un mundo donde el creador se supera para reproducir una historia que se repite y ha estado en tiempo y espacio durante siglos.

Como lector, y como lector aspirante a escritor, pienso que leer es bueno, pero pensar es mejor dice Hermann Hesse. Un axioma confuso que llevaría al debate a Borges y al alemán. Porque la resignación no es un rechazo a la escritura, sino un momento de recrearse un mundo interior, tal vez, las lecturas del filósofo español Ortega & Gasset, lo llevaron a esa conclusión. Primero ensimismarse, luego llegar al mundo con todos los pensamientos certeros que pueden alterar la mente, en todo caso, alterar la mente del lector de relatos que acechan con acontecimientos históricos, libros inventados y hombres que nunca existieron. Borges era un lector resignado, también un intelectual, pero de civil, no tiene mucho, porque escribió al hartazgo, escribió todo lo que se le pudo ocurrir a una mente prodigiosa. De todas maneras, seguir o no el consejo de la resignación, o el monasterio literario, da igual porque estamos en otro siglo, escribimos para recrearnos, no para ser necesariamente intelectuales, ni cultistas; escribimos para pensar mejor con formulaciones lógicas y premisas que nos invitan a crear un mundo ordenado en el texto, pero en cuanto al contenido un caos, que es lo que hacen ahora los llamados escritores posmodernista. De todas maneras, Borges era todo: un intelectual y un resignado, todo eso menos un civil que se comportaba como las masas.

 


 

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